María Azucena García Vilchis


Yo no sabía bien ¿qué? o ¿a quién buscaba?; pero Jesús lo sabía muy bien: ¡me buscaba a mí!

Soy una mazahua de Fresno Nichi, Municipio San Felipe del Progreso, Estado de México. 

oír la voz de Dios en el corazón  

Un domingo después de misa, esta hermana me regaló unas campanitas. Antes de aceptarlas le pregunté qué hacían. — “Hacen oír la voz de Dios en el corazón”, me contestó. Le agradecí el regalo y apenas se fue, hice sonar las campanitas, pues tenía curiosidad de ver cómo es que allí, en una cosa tan chiquita, estuviera la voz de Dios. Pero lo hice con mucha fuerza que salieron disparadas por allá, cayendo en un montón de tabiques que estaban cerca. Me fue difícil mover los tabiques para buscarlas, así que las di por perdidas. Cuando le conté el hecho a mi mamá me dijo que no me preocupara, porque Dios hablaba también de otras maneras. Entonces empecé a pedirle a Dios que me hablara fuerte al corazón. El fervor me duro poco, ya que a los 11 años ya se me había esfumado el deseo de seguir pidiéndole esa gracia a nuestro Señor; y prefería centrar mi atención en adaptarme al nuevo cambio de casa y escuela, por el que estaba pasando.

primer encuentro con religiosas

Luego de que mis papás decidieron dejar el pueblo de Fresno Nichi para irnos a vivir al Municipio de San Felipe del Progreso. En este nuevo lugar la voz de Dios se dejó oír, otra vez, en mi corazón, luego de ver que un día las Religiosas Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, —mejor conocidas como Guadalupanas de Plancarte— regresaban de Misa muy recogidas y bien enfiladas por la calle. Me llamó mucho la atención su hábito y la amabilidad con que saludaban a las personas. Entonces me sentí muy atraída de poder ser una de ellas. Más luego que pasó la última hermana, también pasó ese deseo. Pues me veía muy joven y llena de vacíos que luego quise llenar con los vicios y mala conducta. Sin embargo y a pesar de eso, el Señor no bajaba la guardia en hacerme sentir una fuerte atracción por la vida de estas religiosas.

por medio de una telenovela

A mis 12 años, pasó un hecho significativo del que Dios se valió para hacerme sentir su llamada de forma más directa. Era la tarde de un jueves de 1996, cuando encendí la televisión y lo primero que vi fue una escena donde las monjas jugaban un papel importante. En especial la “hermana Cecilia” y la golosa “hermana Fortunata”, quienes estaban protagonizando la serie de una telenovela llamada: “Luz Clarita”. La hermana Cecilia “supuestamente” oraba en la capilla y al momento que enfocaron al Cristo, sentí que su mirada se cruzaba con la mía y me invitaba a ser monjita en la vida real.  Me quedé helada ante semejante cosa y empecé a llorar al sentir que Dios me quería para él. ¡Qué regalo tan grande!, pero aún no tenía la capacidad de responder a su llamada.

a través de mi novio

Entré a la secundaria y me hice novia de Clodomiro, un chico muy bueno, que me ayudó con su testimonio a frecuentar los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía. Convencida por él, acepté ir junto con mi hermana Lucina a una Jornada de Vida Cristiana, a la que mi mamá ya nos había invitado, pero yo me resistía fuertemente. Ya estando dentro, recuerdo que viví el retiro con mucha apertura de corazón; los temas y los momentos íntimos con Jesús Eucaristía favorecieron mi conversión y la oportunidad de darle a Dios las riendas de mi vida. Salí de ese retiro con el deseo de cambiar y aceptar lo que viniera vocacionalmente. Mi ilusión era seguir a Jesús. Entonces terminé el noviazgo con Clodomiro, luego hablé con mis papás de mi inquietud vocacional.

expresando mis deseos

A quien primero se lo conté fue a mi mamá, le dije que yo me sentía llamada por Dios a ser religiosa y consagrarle mi vida, pero ella no me creyó. Me dijo que estaba muy chica y además estaba en una edad difícil, que esperara a terminar la secundaria, que se lo dijera a mi papá, que mejorara mi conducta y después ya veríamos.

Me sentí fatal con la respuesta que me dio mi mamá, pero no me desanimé porque sabía que ella pronto se lo diría a mi papá y él de inmediato intervendría para interrogarme al respecto. Y así fue!!!

A un recuerdo esa tarde de abril de 1998 cuando mi papá, después de escuchar mi deseo por la vida religiosa, me dijo: “Muy bien hija, si eso es lo que quieres, entonces el fin de semana vamos ir a hablar con las madres de la Plancarte, para que te ayuden a ver si eso es de Dios o es sólo una idea que se te ha metido en la cabeza”.

primera experiencia con religiosas

Fuimos con las madres, me escucharon y ofrecieron un acompañamiento vocacional, que me ayudó a fortalecer mi deseo de seguir a Jesús como Apóstol del Padre. Terminé la secundaria y dos días después de haber cumplido mis XV años de edad di mi a Dios, en la Congregación de las Religiosas Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, del Siervo de Dios José Antonio Plancarte y Labastida. Estando con ellas crecí en el conocimiento de Dios y de la vida religiosa.

en el apostolado

Hice el Bachillerato y gradualmente me fui insertando en el apostolado educativo. Mi amor por Jesús se fue consolidando cada vez más y en los momentos de oración y misión extraescolar, fui sintiendo su voz en mi corazón que me decía: “Ven y sígueme en la vida contemplativa”. En mi interior había un “Sí, Señor aquí estoy”, pero también estaba el miedo a equivocarme y perder mi vocación de Guadalupana de Plancarte. Con el tiempo ese miedo me fue imposibilitando a reconocer al buen Dios a cada paso de mi vida. Así que pedí ayuda y expuse mi inquietud por la vida contemplativa. Gracias a Dios, pude encontrar mucha aceptación por parte de la religiosa que me escuchó y creyó en mi deseo de responder al Señor en ese estilo de vida. La paz volvió a mi interior y tuve la determinación de aceptar ser enviada a Monclova, Coahuila para seguir descubriendo dónde y con quién me quería el Señor en la vida contemplativa.

atracción por la vida contemplativa

Las luces y gracias de parte de Dios no se hicieron esperar. Ya que, prestando mi servicio en el Colegio Guadalupe Victoria, conocí al P. René Allande, M.Sp.S., en un retiro de la vida consagrada que él dio con mucha mística y unción. Recuerdo que ese día pudimos platicar de la inquietud que yo llevaba en mi corazón desde hacía tiempo, y sin más, me animó a dar la respuesta que Dios esperaba de mí en el llamado que me hacía. Al final de la conversación me habló de las Madres de la Cruz que entregan su vida por los sacerdotes en adoración continua. Ese detalle fue muy significativo para mi búsqueda, y me dio luz para seguir con mucho valor y confianza mi tiempo de discernimiento vocacional. Finalmente salí de la Congregación Guadalupana —en julio de 2007— para atender al nuevo llamado que Dios me hacía a la vida contemplativa.

nueva decisión de vida

A finales de ese mismo año logré contactarme con las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús. Mi mamá me acompañó para la primera entrevista, y aún recuerdo la primera vez que entré a la capilla de la casa que las Hermanas tenían en Coyoacán, Ciudad de México. Se sentía una paz muy profunda desde que crucé la antecapilla y en cuanto abrí la puerta de la capilla, vi que estaba expuesto Jesús Eucaristía.

Entonces mi corazón latió con más fuerza al sentir nuevamente su mirada y la corazonada que ese era el lugar donde Dios me invita a permanecer en su amor.

Me estaba recuperando de ese momento, cuando me atendió la hermana promotora vocacional y para pronto le expuse mi inquietud por el carisma y misión de su Congregación.

Yo no imaginaba lo trascendente que iba a ser para mi vocación la explicación detallada que me dio en ese día la hermana, me dijo que su estilo de vida era muy sencillo y que todas sus actividades giraban en torno a la Eucaristía, y que la razón principal por la que ellas estaban ahí, era para amar a Jesús y darle consuelo.

La respuesta fue demasiado atractiva para mí, que no pensé en compararla con otra posibilidad, pues ya había conocido a otras congregaciones, pero con ninguna me identifiqué más que con la que ahora estaba tratando.

Así que decidí iniciar el proceso de acompañamiento vocacional para clarificar mi llamado, según la voluntad de Dios, que con sinceridad buscaba.

tú que lees esta historia

Y si a ti, un día te llama el Señor a entregarle tu vida, te invito a que respondas con fuerte voz. No temas decirle que sí, porque en verdad vale la pena, su gracia siempre te acompañará en el camino para poder acoger la gracia de la vocación. No dejes que el miedo o el egoísmo te atrapen. Pídele al Espíritu Santo que te ilumine para ver lo que Dios quiere de ti.